37.- RAMÓN LÓPEZ VELARDE, Jerez, Zacatecas (1888) Ciudad de México (1921) El poeta más grande de México
EL ANCLA
Antes de
echar el ancla en el tesoro
del amor postrimero, yo quisiera
correr el mundo en fiebre de carrera,
con juventud, y una pepita de oro
en los rincones de me faltriquera.
Abrazar a
una culebra del Nilo
que de Cleopatra se envuelva en la clámide,
y oír el soliloquio intranquilo
de la Virgen María en la Pirámide.
Para
desembarcar en mi país,
hacerme niño y trazar con mi gis,
en la pizarra del colegio anciano,
un rostro de perfil guadalupano.
Besar al
Indostán y a la Oceanía,
a las fieras rayadas y rodadas,
y echar el ancla a una paisana mía
de oreja breve y grandes arracadas.
Y decir al
Amor: —«De mis pecados,
los mas negros están enamorados;
un miserere se alza en mis cartujas
y va hacia ti con pasos de bebé,
como el cándido islote de burbujas
navega por la taza de café.
Porque mis cinco sentidos vehementes
penetraron los cinco Continentes,
bien puedo, Amor final, poner la mano
sobre tu corazón guadalupano...»
***
HUMILDEMENTE
A mi madre y a mis hermanas
Cuando me
sobrevenga
el cansancio del fin,
me iré, como la grulla
del refrán, a mi pueblo,
a arrodillarme entre
las rosas de la plaza,
los aros de los niños
y los flecos de seda de los tápalos.
A
arrodillarme en medio
de una banqueta herbosa,
cuando sacramentando
al reloj de la torre,
de redondel de luto
y manecillas de oro,
al hombre y a la bestia,
al azar que embriaga
y a los rayos del sol,
aparece en su estufa el Divínisimo.
Abrazado a
la luz
de la tarde que borda,
como el hilo de una
apostólica araña,
he de decir mi prez
humillada y humilde,
más que las herraduras
de las mansas acémilas
que conducen al Santo Sacramento.
«Te conozco,
Señor,
aunque viajas de incógnito,
y a tu paso de aromas
me quedo sordomudo,
paralítico y ciego,
por gozar tu balsámica presencia.
»Tu carroza
sonora
apaga repentina
el breve movimiento,
cual si fueran las calles
una juguetería
que se quedó sin cuerda.
»Mi prima,
con la aguja
en alto, tras sus vidrios,
está inmóvil con un gesto de estatua.
»El cartero
aldeano,
que trae nuevas del mundo,
se ha hincado en su valija.
»El húmedo
corpiño
de Genoveva, puesto
a secar, ya no baila
arriba del tejado.
»La gallina
y sus pollos
pintados de granizo
interrumpen su fábula.
»La frente
de don Blas
petrificóse junto
a la hinchada baldosa
que agrietan las raíces de los fresnos.
»Las
naranjas cesaron
de crecer, y yo apenas
si palpito a tus ojos
para poder vivir este minuto.
»Señor, mi
temerario
corazón que buscaba
arrogantes quimeras,
se anonada y te grita
que yo soy tu juguete agradecido.
»Porque me
acompasaste
en el pecho un imán
de figura de trébol
y apasionada tinta de amapola.
»Pero ese
mismo imán
es humilde y oculto,
como el peine imantado
con que las señoritas
levantan alfileres
y electrizan su pelo en la penumbra.
»Señor, este
juguete
de corazón de imán,
te ama y te confiesa
con el íntimo ardor
de la raíz que empuja
y agrieta las baldosas seculares.
»Todo está
de rodillas
y en el polvo las frentes;
mi vida es la amapola
pasional, y su tallo
doblégase efusivo
para morir debajo de tus ruedas».
*****
CUARESMAL
Tu
paz —¡oh paz de cada día! —
y mi dolor que es inmortal,
se han de casar, Amada mía,
en una noche cuaresmal.
Quizá
en un Viernes de Dolores,
cuando se anuncian ya las flores
y en el altar que huele a lirios
el casto pecho de María
sufre por nos siete martirios;
mientras la luna, Amada mía,
deja caer sus tenues franjas
de luz de ensueño sideral
sobre las místicas naranjas
que, por el arte virginal
de las doncellas de la aldea,
lucen banderas de papel
e irisaciones de oropel
sobre la piel que amarillea.
Fuensanta:
al amor aventurero
de cálidas mujeres, azafatas
súbditas de la carne, te prefiero
por la frescura de tus manos gratas.
Yo
te convido, dulce Amada,
a que te cases con mi pena
entre los vasos de cebada
la última noche de novena.
Te
ha de cubrir la luna llena
con luz de túnica nupcial
y nos dará la Dolorosa
la bendición sacramental.
Y
así podré llamarte esposa,
y haremos juntos la dichosa
ruta evangélica del bien
hasta la eterna gloria.
AMÉN.
DEL SEMINARIO
Hoy
que la indiferencia del siglo me desola
sé que ayer tuve dones celestes de contino,
y con los ejercicios de Ignacio de Loyola
el corazón sangraba como al dardo divino.
Feliz
era mi alma sin que estuviese sola:
había en torno de ella pan de hostias, el vino
de consagrar, los actos con que Jesús se inmola
y tesis de Boecius y de Tomás de Aquino.
¿Amor
a las mujeres? Apenas rememoro
que tuve no sé cuáles sensaciones arcanas
en las misas solemnes, cuando brillaba oro
de
casullas y mitras, en aquellas mañanas
en que vi muchas bellas colegialas: el coro
que a la iglesia traían las monjas Teresianas.
****
EL RETORNO MALÉFICO
A D. Ignacio I. Gastélum
Mejor será no regresar al pueblo,
al edén subvertido que se calla
en la mutilación de la metralla.
Hasta los fresnos mancos,
los dignatarios de cúpula oronda,
han de rodar las quejas de la torre
acribillada en los vientos de fronda.
Y la fusilería grabó en la cal
de todas las paredes
de la aldea espectral,
negros y aciagos mapas,
porque en ellos leyese el hijo
pródigo
al volver a su umbral
en un anochecer de maleficio,
a la luz de petróleo de una mecha
su esperanza deshecha.
Cuando la tosca llave enmohecida
tuerza la chirriante cerradura,
en la añeja clausura
del zaguán, los dos púdicos
medallones de yeso,
entornando los párpados narcóticos,
se mirarán y se dirán: «¿Qué es eso?»
Y yo entraré con pies advenedizos
hasta el patio agorero
en que hay un brocal ensimismado,
con un cubo de cuero
goteando su gota categórica
como un estribillo plañidero.
Si el sol inexorable, alegre y
tónico,
hace hervir a las fuentes catecúmenas
en que bañábase mi sueño crónico;
si se afana la hormiga;
si en los techos resuena y se fatiga
de los buches de tórtola el reclamo
que entre las telarañas zumba y
zumba;
mi sed de amar será como una argolla
empotrada en la losa de una tumba.
Las golondrinas nuevas, renovando
con sus noveles picos alfareros
los nidos tempraneros;
bajo el ópalo insigne
de los atardeceres monacales,
el lloro de recientes recentales
por la ubérrima ubre prohibida
de la vaca, rumiante y faraónica,
que al párvulo intimida;
campanario de timbre novedoso;
remozados altares;
el amor amoroso
de las parejas pares;
noviazgos de muchachas
frescas y humildes, como humildes
coles,
y que la mano dan por el postigo
a la luz de dramáticos faroles;
alguna señorita
que canta en algún piano
alguna vieja aria;
el gendarme que pita...
...Y una íntima tristeza
reaccionaria.
EL SON DEL CORAZÓN
Una música íntima no cesa,
porque transida en un abrazo de oro
la Caridad con el Amor se besa.
¿Oyes el diapasón del corazón?
Oye en su nota múltiple el estrépito
de los que fueron y de los que no son.
Mis hermanos de todas las centurias
reconocen en mí su pausa igual,
sus mismas quejas y sus propias furias.
Soy la fronda parlante en que se
mece
el pecho germinal del bardo druida
con la selva por diosa y por querida.
Soy la alberca lumínica en que nada,
como perla debajo de una lente,
debajo de las linfas, Scherezada.
Y soy el suspirante cristianismo
al hojear las bienaventuranzas
de la virgen que fue mi catecismo.
Y la nueva delicia, que acomoda
sus hipnotismos de color de tango
al figurín y al precio de la moda.
La redondez de la Creación atrueno
cortejando a las hembras y a las cosas
con un clamor pagano y nazareno.
¡Oh Psiquis, oh mi alma: suena a son
moderno, a son de selva, a son de orgía
y a son marino, el son del corazón!
****
SER UNA CASTA PEQUEÑEZ...
A
Alfonso Cravioto
Fuérame dado remontar el río
de los años, y en una reconquista
feliz de mi ignorancia, ser de nuevo
la frente limpia y bárbara del niño...
Volver a ser el arrebol, y el húmedo
pétalo,y la llorosa y pulcra infancia
que deja el baño por secarse al sol...
Entonces, con instinto maternal,
me subirías al regazo, para
interrogarme, Amor, si eras querida
hasta el agua inmanente de tu pozo
o hasta el penacho tornadizo y frágil
de tu naranjo en flor.
Yo, sintiéndome bien en la aromática
vecindad de tus hombros y en la limpia
fragancia de tus brazos,
te diría quererte más allá
de las torres gemelas.
Dejarías entonces en la bárbara
novedad de mi frente
el beso inaccesible
a mi experiencia licenciosa y fúnebre.
¿Por qué en la tarde inválida,
cuando los niños pasan por tu reja,
yo no soy una casta pequeñez
en tus manos adictas
y junto a la eficacia de tu boca?
Para muchos (entre otros Octavio Paz) este es el poeta más grande de México
ResponderEliminar(Para muchos y, por supuesto, para mí también este es el poeta varón mayor de México y la poeta mujer, Sor Juana Inés de la Cruz....)
EliminarSi alguien se fija bien, va a cerciorarse que el poeta genial siempre filma con palabras y están presentes en todo lo que va sucediendo todos los sentidos, todas los sentires y sensaciones más hondas- Vean: "Cuando la tosca llave enmohecida tuerza la chirriante cerradura, en la añeja clausura del zaguán,... Y luego da cuenta de que los dos medallones de yeso, entornando SUS PÁRPADOS narcóticos se mirarán y se dirán ¿Qué es eso? refiriéndose al desolado nostálgico que decide regresar al pueblo.... Y como siente que en la intimidad del pueblo zumba con más fuerza la sed de amar y es como una argolla empotrada en la loza de una tumba- Por eso es que en el regreso al pueblo siente en el alma una íntima tristeza reaccionaria.....
ResponderEliminarUn comentario más: La poesía Humildemente filma el pasó de la carroza que en los pueblos antiguos de México, como Jerez, Zacatecas, pasaba la carroza o diligencia que llevaba el viático (es decir, la comunión , el pan consagrado que los que tenemos esa fe creemos está presenta el cuerpo, la sangre y la divinidad entera de Jesucristo). El viático es la comunión que se lleva a los enfermos y moribundos. Como todo el pueblo creía en la real presencia de Jesucristo, sucedían prodigios como el apagamiento repentino del breve movimiento del corpiño de Genoveva puesto a secar en el tendedero ; cesa el movimiento en las calles, como si fuera una juguetería que se quedó sin cuerda; La gallina y sus pollos/ pintados de granizo/ interrumpen su fábula.
ResponderEliminar»La frente de don Blas / petrificóse junto/ a la hinchada baldosa /que agrietan las raíces de los fresnos./ »Las naranjas cesaron/ de crecer....
Y, como el poeta Ramón también era creyente, como todo el pueblo, su madre y sus hermanas, al paso de la carroza que llevaba al "Divinísimo", dirige a Jesucristo presente la siguiente oración íntima:
»Señor, mi temerario
corazón que buscaba
arrogantes quimeras,
se anonada y te grita
»Señor, este juguete
de corazón de imán,
te ama y te confiesa
con el íntimo ardor
de la raíz que empuja
y agrieta las baldosas
seculares.
»Todo está de rodillas
y en el polvo las frentes;
mi vida es la amapola
pasional, y su tallo
doblégase efusivo
para morir debajo de tus ruedas».
Por todas esos recuerdos es que no quiere volver al pueblo después que la cruel lucha revolucionaria , llena a su pueblo de metralla y hace desaparecer las esperanzas de una paz duradera y bendita. Al quejarse en la Suave Patria de que se quiere hacer morir el ánimo y el estilo de la Suave Patria de su niñez, es que siente una infinita tristeza reaccionaria. En realidad, Ramón López Velarde hace una sola poesía con toda la experiencia de lo que vivió en su corta vida. Por eso también dijo que:
ResponderEliminarTu paz —¡oh paz de cada día! —
y mi dolor que es inmortal,
se han de casar, Amada mía,
en una noche cuaresmal.
Quizá en un Viernes de Dolores,
cuando se anuncian ya las flores
y en el altar que huele a lirios
el casto pecho de María
sufre por los siete martirios....