30.- MANUEL JOSÉ OTHÓN, potosino (1858-1906)

 


Sobre el tranquilo occiduo el día,

Flota impalpable y misteriosa bruma

y a lo lejos vaguísima se esfuma,

profundamente azul, la serranía


Del cielo en la cerúlea lejanía

Desfallece la luz. Tiembla la espuma

Sobre las ondas de zafir, y ahúma

la chimenea gris en la alquería


Suenan los cantos del labriego;

la tarda yunta el surco postrimero.

Los últimos reflejos de luz flava 


en el límite brillan del potrero 

y a media voz, la golondrina acaba

su gárrulo trinar sobre el alero.



El Ruiseñor

 

Oíd la campanita, cómo suena,

el toque del clarín, cómo arrebata,

las quejas en que el viento se desata

y del agua el rodar sobre la arena.

 

Escuchad la amorosa cantilena

de Favonio rendido a Flora ingrata

y la inmensa y divina serenata

que Pan modula en la silvestre avena.

 

Todo eso hay en mis cantos. Me enamora

la noche; de los hombres soy delicia

y paz, y, entre los árboles cubierto,

 

Sólo yo alce mi voz consoladora,

con una blanda y celestial caricia

cuando Jesús agonizó en el huerto.

 

 

 



VII

    Las estrellas

¿Quién dice que los hombres nos parecen,

desde la soledad del firmamento,

átomos agitados por el viento,

gusanos que se arrastran y perecen?

 

¡No! Sus cráneos, que se alzan y estremecen,

son el más grande asombrador portento:

¡fraguas donde se forja el pensamiento

y que más que nosotras resplandecen!

 

Bajo la estrecha cavidad caliza

las ideas en ígnea llamarada

fulguran sin cesar, y es, ante ellas,

 

toda la creación polvo y ceniza...

Los astros son materia... ¡casi nada!

¡y las humanas frentes son estrellas!

 

 

 

Comentarios

  1. Pintor sublime de los campos mexicanos y de la grandeza misteriosa del alma es este ruiseñor poeta que con su mente y su corazon nos hace que toquemos las estrellas.

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  2. Fue un abogado y juez de Paz en su tierra.

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