9.- Luis G. Urbina, mexicano (1864-1934)

 





Es diáfano el crepúsculo parece

de joyante cristal. Abre en el cielo

su ágata luminosa, y es un velo

en que el azul del lago desfallece.

 

En ámbares cloróticos decrece

la luz del sol, y ya en el terciopelo

de la penumbra, como flor de hielo,

una pálida estrella se estremece.

 

Mientras las aves lentamente giran,

la sombra avanza que los oros merma,

y entre la cual las púrpuras expiran.

 

Yo dejo que mi espíritu se aduerma,

y me pongo a soñar en que me miran

tus ojos tristes de esmeralda enferma.


LA BALADA DE LA VUELTA DEL JUGLAR

A Rubén Campos

—Dolor: ¡qué callado vienes!
¿Serás el mismo que un día
se fue y me dejó en rehenes
un joyel de poesía?
¿Por qué la queja retienes?
¿ Por qué tu melancolía
no trae ornadas las sienes
de rosas de Alejandría?
¿Qué te pasa? ¿Ya no tienes
romances de «yoglería»,
trovas de amor y desdenes,
cuentos de milagrería?
Dolor: tan callado vienes
que ya no te conocía...

Y él, nada dijo. Callado,
con el jubón empolvado,
y con gesto fosco y duro,
vino a sentarse a mi lado,
en el rincón más oscuro,
frente al fogón apagado.
Y tras lento meditar,
como en éxtasis de olvido,
en aquel mudo penar,
nos pusimos a llorar,
con un llanto sin rüido...

              Afuera, sonaba el mar...

ANTÍFONA

En mi angustia, callada y escondida,
sé tú como enfermera bondadosa,
cuya mano ideal viene y se posa,
llena de suave bálsamo, en la herida.

Ríe en mi tedio —sepulcral guarida—
como un rayo de sol en una fosa;
perfuma, como un pétalo de rosa,
el fango y la impureza de mi vida.

Del corazón en el silencio, canta;
entre las sombras de mi ser, fulgura;
mi conturbado espíritu levanta;

enciende la razón en mi locura,
Tengo hambre y sed de bien!... Dame una santa
limosna de piedad y de ternura...

****


MADRIGAL EFUSIVO

Déjame amar tus claros ojos. Tienen
lejanías sin fin, de mar y cielo,
y sus fulgores apacibles vienen
hasta mi corazón como un consuelo.

Deja que con tus ojos, se iluminen
mis viejas sombras y se vuelvan flores;
deja que con tus ojos se fascinen,
como aves de leyenda, mis dolores.

Que vea en ellos astros errabundos,
que en ellos sueñe inexplorados mundos

que en ellos bañe mi melancolía...
Son tristes, luminosos y profundos,
como puestas de sol, amada mía...

*****



METAMORFOSIS

Era un cautivo beso enamorado
de una mano de nieve, que tenía
la apariencia de un lirio desmayado
y el palpitar de un ave en la agonía.
        Y sucedió que un día,
        aquella mano suave
        de palidez de cirio,
        de languidez de lirio,
        de palpitar de ave,
se acercó tanto a la prisión del beso,
que ya no pudo más el pobre preso
y se escapó; mas, con voluble giro,
huyó la mano hasta el confín lejano,
y el beso que volaba tras la mano,
rompiendo el aire, se volvió suspiro.

 La personificación o prosopopeya (del griego πρόσωπον 'rostro' y ποιέω 'hacer') es un tipo de metáfora ontológica y una figura de estilo que consiste en atribuir propiedades humanas a un animal o a un objeto (sea concreto o abstracto), al cual se hace hablar, actuar o reaccionar como una persona. Cfr. Wikipedia.

Vean la riqueza de las metáforas: El crepúsculo abre en el cielo su ágata luminosa. Es un velo que el lago azul desfallece. En el terciopelo de la penumbra, como flor de hielo, una pálida estrella se estremece. Y me pongo a soñar en que me miran tus ojos tristes de esmeralda enferma... etc.

Vean como el poeta se pone a platicar con el dolor que ya no es el mismo de su juventud. Cómo lo personifica y se pone ¡A llorar con él!

La antífona consiste en una melodía generalmente corta y sencilla, de estilo silábico, utilizada como estribillo que se canta antes y después de los versículos de un cántico, himno o salmo, normalmente en latín, en varios servicios religiosos del Oficio y de la Misa, como las Vísperas.

 

 


  

Comentarios

  1. En esta antífona, el poeta ruega por a su amada inspirarle un amor que sacie su sed hambre de hacer el bien; es decir, de amar con la misma piedad y ternura que siente por ella.

    ResponderEliminar
  2. En los madrigales que se refieren a amar los ojos claros de la amada así como besar sus manos de lirio y de nieve se esconde el misterio de un suspiro.... Aquí este poeta pisa los difíciles linderos en que lo bello puede resbalarse hacia el despeñadero de lo cursi.... Pero no resbala.

    ResponderEliminar

Publicar un comentario

Entradas populares